blogs el mercurio, 21/06/2008
El incremento del IPC en 2007 fue 7,8 por ciento, muy superior a la meta de entre tres y cuatro por ciento del Banco Central. Pese a que todas las proyecciones estimaban una significativa caída en la inflación este año a partir del segundo trimestre, la verdad es que ésta más bien se ha acelerado. El aumento de precios acumulado a mayo llega a 2,8 por ciento (8,9 por ciento en 12 meses), y si se dan las proyecciones para junio, estaremos a mediados de año con una inflación en los últimos seis meses cercana a cuatro por ciento y de sobre nueve por ciento en 12 meses. Las medidas subyacentes de precios no son más auspiciosas. La que excluye los precios de los combustibles y alimentos perecibles está en 8,4 por ciento en 12 meses, y aquella que además excluye las tarifas reguladas y otros bienes, en 8,3 por ciento. En síntesis, las cifras de aumento en los precios son altamente preocupantes.
La descomposición de la inflación en sus distintos grupos demuestra que no es sólo un problema de precios externos del petróleo y algunos alimentos: la mayor inflación se ha traspasado a los precios domésticos, y hoy es un problema amplio, que se extiende a gran parte de la economía. Baste recordar que en el último año el aumento de los precios de los bienes no transables supera el 10 por ciento. Pero incluso si todo el impulso a los precios fuera inicialmente externo, la sana política monetaria indica que no se debe validar la totalidad de estos precios más altos con una mayor emisión monetaria. El riesgo de ser acomodaticio es que la inflación se traspase a los precios internos, como de hecho ha sucedido.
Es evidente que los precios en todo el mundo están subiendo, aunque también lo es que eso ocurre más en las economías emergentes que en las desarrolladas. El mundo vivió un largo período de inflación baja, acompañada de bajas tasas de interés. Parte de esas bajas inflaciones se debió también a "shocks" externos, en particular a la entrada a los mercados, en forma masiva, de productos chinos a bajo precio. Hoy este ciclo parece estar llegando a su fin y, con ello, probablemente también la era de las tasas de interés bajas.
Es tentador sostener que el reciente aumento de precios se debe sólo a los mayores precios externos y que, por tanto, nada cabe hacer. Chile no ha sido excepción a esta tónica en muchos países emergentes. Diversas autoridades siguen insistiendo en la inutilidad de hacer una política más contractiva en las actuales circunstancias, debido a que todo es externo y, además, transitorio. En un escenario en el que la política monetaria ha sido fuertemente expansiva y las tasas de interés reales de política monetaria, muy bajas, esto es muy riesgoso. Además, resulta complaciente y extremadamente optimista (la evolución en los últimos meses de las propias proyecciones de precios así lo demuestra).
El instituto emisor mantuvo esta posición bastante tiempo, pero ha hecho bien en cambiar su discurso. La reciente alza de tasas de 50 puntos base parece, en principio, indicar una nueva disposición a enfrentar el tema inflacionario (sólo el tiempo aclarará si efectivamente es una nueva disposición, o si fue una reacción aislada). Este evento no significa que haya recuperado la credibilidad resentida desde que la inflación se disparó, pero al menos la última decisión monetaria apunta en la dirección correcta. La presión política se mantendrá, particularmente en un escenario de bajo crecimiento y con elecciones este año y el próximo. La mejor actitud que puede tener el Banco Central, tanto por el país como por la propia institución, es hacer oídos sordos a dichas presiones.
El Banco Central y los ciclos políticos
El objetivo fundamental de esta institución es la estabilidad de precios. El mundo se ha movido hacia bancos centrales autónomos que tienen esta meta. Muchas veces se sostiene que entre los objetivos de un banco central debieran incluirse también el empleo y el crecimiento, porque éstos son más importantes que la inflación. Es evidente que para el bienestar de largo plazo de los ciudadanos el empleo y el crecimiento son variables clave, pero tanto la experiencia como los desarrollos teóricos han demostrado que la mejor forma que tiene la autoridad monetaria de apoyar al empleo y al crecimiento a mediano plazo es, precisamente, con estabilidad de precios.
Pero, ¿hay un costo de corto plazo, en términos de menor crecimiento, de una política monetaria más contractiva? Existe cierta discusión al respecto, pero la respuesta común es que sí puede haber alguno (si bien en ciertos casos es más aparente que real), pero transitorio y, además, más que compensado con los grandes beneficios de la estabilidad de precios a mediano plazo. Por eso, los bancos centrales modernos no sólo son autónomos, sino que además tienen autoridades cuyo período en el cargo dura más que el ciclo político, precisamente para que no sobrevaloren los beneficios a corto plazo de políticas que pueden ser muy dañinas en períodos más largos.
En síntesis, el Banco Central de Chile debe mantenerse firme en su objetivo de estabilidad de precios. Cualquier cosa que lo aleje de él afectará las posibilidades de desarrollo del país en el mediano plazo. Si la nueva información que se tenga sobre inflación aconseja seguir con el ajuste monetario, lo único que cabe hacer es continuar en esa senda.
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