blogs el mercurio – editorial - 10/01/2009
Preocupa tendencia pre crisis
El año 2008 el crecimiento de la economía chilena será, probablemente, inferior a cuatro por ciento. Por cierto, este período estuvo influido por una crisis externa de proporciones que afectó el desempeño local en los últimos meses y que, con toda seguridad, también tendrá efectos en el año que recién comienza.
Pero, más allá de la coyuntura, lo realmente preocupante es que se cumplieron 11 años de crecimiento promedio anual de 3,8 por ciento, lo que contrasta fuertemente con los 11 años previos, en los que el crecimiento promedio anual fue de 7,8 por ciento.
Más aún, la tendencia que mostraba la economía nacional antes que se desatara la crisis externa en el tercer trimestre del año pasado era del orden de cuatro por ciento, es decir, similar a su tendencia por ya más de una década.
La economía chilena no parece tener la fuerza necesaria para retomar el dinamismo de antaño y, peor aún, no se observa una clara conciencia de los costos que esto implica. Con las actuales tasas de crecimiento, el país se demoraría alrededor de 20 años en llegar a ser un país desarrollado (de un PIB per cápita a paridad de poder de compra de unos 24 mil dólares), en tanto que si se retomara un crecimiento de siete por ciento, el tiempo para llegar a dicho nivel bajaría a menos de la mitad. Esto, evidentemente, significaría más empleo, mejores salarios y menores niveles de pobreza para todos los chilenos.
La pérdida de dinamismo de nuestra economía a partir de la crisis asiática se da, además, en un contexto en que la situación externa que ha enfrentado el país ha sido, en promedio, muy beneficiosa. Más allá de lo sucedido específicamente en los últimos trimestres, en estos 11 años se han visto términos de intercambio inusualmente elevados, tasas de interés internacionales particularmente bajas, y amplio acceso al financiamiento externo. Nada de ello nos ha permitido salir de la mediocridad en cuanto a resultados de crecimiento. En esta materia, en la que antes éramos líderes regionales y estábamos entre los 10 primeros a nivel global, hoy nos ubicamos en la medianía de la tabla, y aun por debajo de eso.
Hay diversas hipótesis sobre lo que le pasó a Chile. Por una parte, está la hipótesis "conformista", en la que a su vez se pueden distinguir dos tipos de argumentos. Por un lado, se sostiene que lo que pasó en la "década de oro" fue una gran excepción, que Chile no es, nunca ha sido y nunca será eso; que ahora estamos de vuelta en nuestra tendencia, y que eso es lo más a que podemos aspirar.
Dentro del conformismo, la otra línea argumental sostiene que una vez llegados a cierto nivel de desarrollo, los países naturalmente se frenan (denominada también "hipótesis de la convergencia"). El problema con este argumento es que, al menos para el caso de Chile, el nivel de desarrollo todavía es muy bajo, desde luego muy inferior al de los países desarrollados.
Cercanos a esta hipótesis están también los argumentos de que este ha sido un período con varias crisis externas que han afectado el desempeño de Chile. Pero tampoco parece esta explicación condecirse con la realidad de condiciones altamente favorables en materia de precios de exportaciones y de tasas de interés internacionales.
Responsabilidad propia
La otra hipótesis, bastante más plausible, es que los altos crecimientos que tuvo Chile en su época dorada derivan de una serie de reformas importantes que impulsaron la productividad y el crecimiento. Que luego el país se dejó estar en materia de reformas, lo que, más temprano que tarde, dañó a ambas variables.
Con esta visión, el país no está predestinado a un desempeño mediocre, sino que ha elegido esta vía al paralizar y, en algunos casos, al revertir su proceso de reformas. En el mundo moderno, para avanzar, se requiere estar continuamente innovando y adaptándose a nuevas circunstancias, y Chile no lo ha hecho.
¿Qué hacer, entonces, para retomar el crecimiento? Sin pretender ser exhaustivos, hay al menos tres aspectos en los que es fundamental dar pasos modernizadores a la brevedad. Uno es el mercado laboral. Es reconocido por expertos de las más diversas tendencias ideológicas que el mercado del trabajo en Chile no es lo suficientemente flexible para hacer frente a los desafíos del mundo contemporáneo. La dificultad para despedir finalmente se vuelve en contra de los propios trabajadores, al hacer más difícil y precaria también la contratación. En la Comisión Trabajo y Equidad se plantean interesantes reformas a las indemnizaciones y al seguro de desempleo, que deben ir juntas y que es importante implementar a la brevedad. Incidentalmente, estas reformas, además, ayudarían a enfrentar la actual crisis con menos costos de empleo. La reforma del Estado, en su aspecto amplio, se debe acometer desde ya. Y no sólo en lo referido a la alta dirección pública (que avanza más lento de lo necesario), sino también en la organización del Estado, las empresas públicas y las regulaciones, entre otros temas. Finalmente, los resultados de la PSU nos recordaron, de nuevo, la importancia de acometer de verdad una reforma de la educación. No sólo es imperativo por sus enormes efectos sobre la productividad y el crecimiento, sino porque desde un punto de vista ético la ampliación de las brechas entre la educación privada y la pública se hace cada vez más insostenible.
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