emol.com, 14/01/2008
A juicio del ministro de Hacienda, Andrés Velasco, no hay datos que sugieran una recesión en Chile, e incluso aventuró que el crecimiento del PIB será entre dos y tres por ciento durante el año 2009. Estas cifras están por encima del consenso de los analistas y contradicen en cierta forma el hecho de que el crecimiento del PIB fue negativo en el tercer trimestre de 2008 respecto del segundo, aunque el margen de error es considerable.
La autoridad económica busca romper las expectativas contractivas que se han impuesto en el mundo privado. Si un número significativo de hogares y empresas elevara su confianza en el futuro, sus compras de bienes de consumo y de capital subirían. Ello alentaría a otros sectores a mejorar sus expectativas, con lo que aumentarían sus compras también, generando un círculo virtuoso en la demanda doméstica.
Con todo, las expectativas privadas no son del todo antojadizas. La caída de la demanda externa y la contracción del crédito doméstico preocupan al sector privado y justifican sus pronósticos recesivos.
Por eso el ministro respalda su llamado al optimismo con un hecho concreto: su reciente anuncio de aumento en el gasto fiscal. Sin embargo, pese al esfuerzo que representa esa iniciativa, sólo una parte del nuevo gasto fiscal impulsa la demanda final.
Por ejemplo, la transferencia de $40 mil por carga familiar anunciada para marzo será ahorrada en una parte, pues una porción de los hogares teme los despidos y otra distribuye en el tiempo los aumentos de consumo. Desde luego, otros hogares están muy estrechos y gastarán los recursos de inmediato, elevando la demanda. El gasto en programas de empleo también equivale a una transferencia fiscal, aunque la productividad del empleo generado sea nula, porque el trabajador recibe un salario que puede gastar.
Por supuesto, sería mejor que la productividad del empleo de emergencia sea positiva, pero ello se dará sólo en aquellos planes que ya tenían avanzados sus estudios de ingeniería y su evaluación social. La capacidad del Estado de elevar bruscamente el número de nuevas iniciativas bien estudiadas es limitada, y el inventario de proyectos de calidad es mínimo. Acometer proyectos mal estudiados ni siquiera equivale a una transferencia fiscal, como en el caso de los programas de empleo, cuando dichos proyectos son intensivos en capital y en mano de obra especializada que no está estrecha de recursos, como ocurre con los del MOP. Estos receptores de fondos pueden optar por ahorrar el grueso de los pagos recibidos. Y la parte del gasto que se destina a importaciones tampoco eleva la demanda doméstica.
En definitiva, a Chile le conviene que sus empresarios sean precisos en sus proyecciones, sin caer ni en pesimismos injustificados ni en optimismos infundados. Ambos tipos de errores pueden costar muy caro a la estabilidad macroeconómica y al empleo, y a los propios empresarios.
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