blogs el mercurio, 16/09/2008
El presidente del Banco Central de Chile señaló recientemente que enfrentamos la peor crisis financiera desde la Gran Depresión. Con ello se unió a voces como las del Premio Nobel Joseph Stiglitz, aunque Edmond Phelps, otro Nobel, es bastante menos pesimista. No hay duda de que el problema es serio; la tensión en los mercados financieros persiste, en especial en EE.UU., los bancos han seguido anunciando fuertes pérdidas y varios países de Europa se encuentran virtualmente en recesión. Pero, ¿cuán complicada es la situación en EE.UU.? ¿Es tan grave como para compararla con la Gran Depresión? ¿Y cuáles serán sus efectos en el mundo emergente y Chile?
Lo que más nos debiera preocupar de una crisis son sus costos en el producto, el consumo, la inversión, y el aumento en el desempleo, más allá de la volatilidad de los mercados, las pérdidas de capital de los dueños de bancos, o los cambios de propiedad de vetustas instituciones. Un simple vistazo a las cifras muestra que en términos de estos costos es virtualmente imposible sostener que la crisis actual se parece a la Gran Depresión. Esta última es, sin duda, la peor crisis económica sufrida por EE.UU y el mundo en casi 2 siglos (para encontrar algo medianamente comparable hay que llegar a la gran contracción de 1839-43). Entre 1929 y 1933 el PIB de EE.UU. cayó casi 30%, el desempleo rozó el 25% de la fuerza laboral y el mercado accionario se desplomó más de 80%. La recesión de 1973-75, que le sigue en intensidad, trajo una caída de 3,1% del PIB y un aumento en el desempleo a casi 9%. La recesión de 2001 implicó una caída cercana sólo al 0,4% del PIB.
Según las últimas cifras para EE.UU., pese a que hubo una ligera contracción de 0,2% durante el último trimestre de 2007, la economía creció 0,9% el primer y 3,3% el segundo trimestre de este año. Y la tasa de desempleo creció a 6,1% en agosto desde 4,7% el mismo mes de 2007. Las cosas se deteriorarán en la segunda mitad del año, con mayor desocupación y crecimientos mucho más febles; es posible que EE.UU. ya esté en recesión, pero resulta evidente que no está ni cerca de una situación de la gravedad de la Gran Depresión.
¿Política "inepta"?
La historia económica muestra que los ciclos son cada vez más benignos, con expansiones más largas y recesiones más cortas. Parte importante de este logro se debe a que se ha aprendido bastante de los gruesos errores de manejo macroeconómico durante la Gran Depresión. Milton Friedman y Anna Schwartz en su clásica Historia Monetaria de los EE.UU. documentan cuidadosamente que ello se debió en buena parte a la fuerte reducción de la oferta de dinero en momentos en que se requería precisamente inyectarle liquidez a la economía. La política monetaria fue incapaz de contrarrestar la ola de quiebras bancarias a comienzos de los treinta, con lo que una baja normal en el ciclo económico se transformó en el cataclismo que ya conocemos. La frase con que Friedman y Schwartz titulan la última parte de su capítulo de la Gran Contracción lo resume todo: "¿Por qué fue tan inepta la política monetaria?".
A diferencia de ese episodio, la Fed y el Tesoro han reaccionado a la crisis actual con energía. La política monetaria ha sido fuertemente expansiva: se ha reducido la tasa de fondos federales en 3,25 puntos porcentuales desde septiembre de 2007 y se ha proveído de abundante liquidez al sistema financiero, con lo que ha evitado una desaceleración mayor. Los recortes de tasas de interés se han detenido, y sólo se revertirán cuando la economía dé muestras de recuperación, lo que probablemente ocurrirá ya entrado 2009. A su vez, las autoridades han intentado dar confianza a los mercados y evitar el pánico, rescatando a importantes instituciones financieras como Bear Stearns, Fannie Mae y Freddie Mac. Estas intervenciones tienen costos directos y de reputación, pero han sido preferibles a la alternativa. Justamente por esos costos, rescatar a Lehman habría sido ir demasiado lejos.
¿Y el resto del mundo?
EE.UU. sigue siendo la principal economía mundial, pero su peso relativo ha caído a la mitad desde los 50 y hoy representa cerca de un cuarto del PIB mundial. Los países cada vez han diversificado más sus lazos comerciales y financieros internacionales. Sólo un 11% de las exportaciones chilenas, por ejemplo, van hoy a EE.UU.; China (con 14%) es nuestro principal socio comercial. Hace 10 años EE.UU. absorbía el 17% de nuestras ventas externas y China no aparecía entre los 10 principales mercados.
Pese a los problemas de las economías desarrolladas, el mundo emergente continuará liderando el crecimiento económico mundial, aunque se desacelerará algo (según el FMI, crecerá 6,7% en 2008 y 6,6% en 2009, luego de un 7,8% en 2006-07). China ya creció 10,4% en el primer semestre de este año y se expandirá cerca de 10% en 2008 y 2009; para apoyar la economía, el b. central chino recién redujo la tasa de interés en 27 puntos base, a 7,2%.
Las economías latinoamericanas más vulnerables a los ciclos de precios de las materias primas sufrirán también desaceleraciones y fuertes fluctuaciones financieras. Pero afortunadamente, y a diferencia de episodios anteriores, se encuentran en general con un entorno macroeconómico más sólido, con lo que el impacto debiera ser limitado. Chile, en particular, debería resistir mejor que otros estos embates, sin que se necesiten grandes genialidades en las políticas públicas para ello. Con un stock de recursos externos que, sumando reservas y fondos, se acercará a US$ 50.000 millones a fin de año, un sistema financiero sano, que ha evitado excesos, cuentas fiscales largamente en azul y una dependencia cada vez mayor en los mercados asiáticos, la crisis financiera externa debería tener un efecto acotado en nuestro país. Por supuesto, hay un escenario más pesimista, en que también se derrumba Asia y el mundo emergente, algo poco probable.
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