blogs el mercurio, 24/07/2008
A la inquietud natural ante un cuadro inflacionario que ha empeorado hasta alcanzar una variación de 9,5 por ciento en 12 meses, se suma la preocupación por la divergencia de opiniones entre las autoridades de gobierno y la mayoría de los analistas respecto de las causas de este problema.
El ministro de Hacienda ve su origen en fenómenos puramente internacionales, restándoles relevancia a los efectos de una demanda interna cuyo ritmo de crecimiento duplica la expansión de la producción nacional. Paralelamente, hay amplia coincidencia entre los analistas en cuanto a que, sin perjuicio de las causas externas como factor desencadenante, las condiciones internas derivadas de una tendencia de fuerte crecimiento en el gasto agregado han contribuido a reproducir las alzas de precios en la mayoría de los sectores productivos. Si a lo anterior se agrega el efecto que aún tienen en la economía chilena las prácticas de indización de precios, en su mayoría provenientes de la aplicación de la UF como cláusula de ajuste en una amplia gama de contratos, resulta claro que las alzas internacionales son sólo una parte del problema.
En cuanto a la cuota de responsabilidad de uno u otro factor, las opiniones varían según el criterio que se use para incluir a los distintos productos en la categoría "externa" o "interna". Así, centrar el debate en el cálculo de una proporción precisa del alza en el índice de precios que habría originado uno u otro no resulta especialmente conducente. Los antecedentes concretos indican que lo fundamental es que durante los últimos 12 meses el IPC acumula un alza de 9,5 por ciento, y si se descuentan los combustibles y los alimentos perecibles, la inflación subyacente totaliza 8,7 por ciento. Y si de esta medición se aíslan los productos y servicios influidos por la variación de la UF o están sujetos a tarifas reguladas, disminuye sólo a 8,4 por ciento en 12 meses. Pero el cálculo del Ministerio de Hacienda va más allá: al descontar la totalidad de los alimentos y la energía, obtiene una variación anualizada de 4,8 por ciento, lo cual -señalan sus técnicos- estaría en línea con la inflación internacional.
Aun dejando de lado los reparos a esta modalidad de cálculo, la cifra así medida duplica el valor que se observaba hace un par de años, lo cual, por la naturaleza de las correcciones efectuadas, confirma que los factores domés-ticos sí están teniendo un efecto en la inflación.
La inflación que afecta a la economía chilena obliga a actuar con decisión. El Banco Central ya ha dado muestras de estar dispuesto a combatirla con firmeza, y lo procedente es que persevere en esta línea, alineando las expectativas de los agentes económicos con la meta de tres por ciento en dos años.
Si bien el Gobierno ha manifestado preocupación y señalado que con sus políticas contribuirá a combatir la inflación, en la práctica está entregando un mensaje nebuloso, pues su diagnóstico no da mayor cabida a las presiones de demanda como factor explicativo de las alzas de precios.
Mientras no haya conciencia en el Ejecutivo de que, al margen de la regla de superávit estructural, la presión del impulso fiscal sobre la demanda agregada influye en la tendencia inflacionaria, el ajuste que deberá inducir el Banco Central será mayor y, con ello, también más elevado el costo que se pague en términos de actividad económica sacrificada.
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