El País, 15/07/2008
La crisis crediticia global, casi un año después de la intervención de los principales bancos centrales mediante masivas inyecciones de liquidez, entra en una nueva y complicada fase. El respaldo de excepción a las agencias hipotecarias gubernamentales Fannie Mae y Freddie Mac, en EE UU, significa, en primer lugar, que la extensión de la crisis sigue manteniendo más vivas que nunca sus múltiples ramificaciones. También que las autoridades estadounidenses están dispuestas a utilizar los recursos públicos para evitar males peores. Previamente al anuncio del Tesoro, el Consejo de la Reserva Federal aprobaba conceder a la Reserva Federal de Nueva York la autoridad para prestar a las dos agencias.
Ambas agencias son fundamentos esenciales del sistema hipotecario estadounidense. Creadas durante el New Deal para financiar el acceso a la vivienda de familias de renta baja y media, se han convertido en los principales financiadores de hipotecas de viviendas, directamente mediante las compras de préstamos de esa naturaleza a otras entidades bancarias que, una vez empaquetados en productos financieros aparentemente atractivos, acababan en las carteras de inversores de todo el mundo. El poder adquirido en los últimos años no ha estado sólo justificado por el volumen de negocio en el que han participado (las dos conceden o garantizan aproximadamente la mitad de todas las hipotecas vivas en Estados Unidos) sino también por su activo papel como grupo de presión en Washington, derivado en gran medida de la presencia en sus consejos de significados políticos. El apoyo que ahora presta el Gobierno no estará exento de objeciones, pero es la única alternativa ante un panorama desconocido desde la Gran Depresión. Este anuncio viene meses después de la mediación de la Fed en la compra de Bear Stearns y ha sido paralelo al salvamento por el Fondo de Garantía de Depósitos de uno de los grandes bancos hipotecarios privados.
Esta crisis revela que el sistema financiero estadounidense, el más sofisticado del mundo y el que cuenta con las entidades de mayor tamaño, no es precisamente el mejor supervisado. La adopción de nuevas regulaciones y la mejora de las existentes es la forma más explícita de reconocimiento de que ese sistema financiero tenía a un número importante de entidades al margen de una estricta supervisión. Ahora, junto a las dificultades en los bancos de inversión, emergen los problemas en decenas de bancos comerciales, ya no tanto derivados de las insolvencias hipotecarias, sino de la metástasis hacia otras modalidades de crédito. Ésta es la gran lección de las modernas crisis financieras: hay un contagio geográfico, pero también lo hay entre mercados e instrumentos aparentemente distantes. Europa ha de tomar buena nota y sus autoridades prever las respuestas a eventuales problemas como los observados en el principal sistema financiero del mundo. Es la hora de las intervenciones en unos mercados que se han mostrado muy lejos de la eficiencia de la que la propia Administración de George W. Bush presumía.
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