- Obama quiere un nuevo modelo económico sostenible para el planeta
- Diferentes posiciones ante los sobresueldos de los ejecutivos financieros
- Discrepan también sobre unos requisitos de capital más estrictos
- Los países emergentes aspiran a más poder en las instituciones internacionales
- Temor a que la recuperación aparque la reforma de las reglas
La recuperación económica está en marcha y trae consigo otro miedo: que con ella se aparquen los esfuerzos para reformar las reglas del sistema financiero y evitar que se repita una crisis como la actual. Y no parece fácil, dadas la distintas posturas con que acuden los países más ricos del mundo a la cumbre del G-20 en Pittsburgh.
Obama quiere plantear un objetivo bien ambicioso. Pretende reequilibrar las economías del planeta para que sean sostenibles. Ha señalado que no es posible que China, Japón y Alemania exporten lo que quieran y Estados Unidos se lo compre a base de tarjeta de crédito e hipotecas.
La solución a su juicio es que Asia estimule su demanda interna, Europa acometa reformas estructurales que incentiven la inversión empresarial y América no viva por encima de sus posibilidades y cultive el ahorro. Y todo ello barnizado con una propuesta para acabar con los subsidios a los combustibles fósiles.
Un reto que tiene sobre ascuas a los mercados de divisas y materias primas, pendientes del resultado de la cumbre para calibrar sus apuestas sobre el dólar y el petróleo. Un desafío que puede ocultar las 121 medidas proteccionistas que han adoptado los miembros del G-20 desde la cumbre de Washington.
Discrepancias múltiples en lo más concreto
Es cierto que esos desequilibrios propiciaron la actual crisis financiera. Pero también es verdad que su solución sólo puede ser a largo plazo. Los europeos y China apuestan por medidas más modestas e inmediatas, destinadas a solucionar los fallos más evidentes del sistema.
El tema más vistoso es atajar los sobresueldos de los ejecutivos financieros, que levantan ampollas en la población. Esas primas, bonus y rendimientos variables incentivaron la insensatez y todos coinciden en que hay que meterles mano. El problema es cómo y cuando.
Los europeos quieren imponer límites ya. Claros y de antemano. La Reserva Federal de Estados Unidos prefiere un enfoque más flexible y pragmático. Pule una propuesta para revisar la política salarial de las 5.000 entidades que están bajo su supervisión. Si alguna supusiera un riesgo excesivo para todo el sistema, la tumbaría. Pero eso sería a posteriori.
Tres cuartas partes de lo mismo sucede con los requisitos de capital para las entidades financieras. La crisis ha demostrado que eran insuficientes en muchos casos. El temporal se ha llevado por delante entidades de toda la vida porque carecían de suficientes reservas. Pero si todos están de acuerdo en aumentar las exigencias de capital, la diferencia es una vez más en cuándo y cómo. Y sobre todo, en qué medida.
Algún acuerdo previo
Más próximas y concretas parecen las posturas sobre dos cuestiones: el reequilibrio de poder en las instituciones internacionales y la estrategia de salida de la crisis. Los países emergentes, con China y Brasil a la cabeza, quieren tener más peso en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Quieren pasar del 43% que tienen en la actualidad al 50%. Son 7 puntos al alza que pueden quedarse en 5 si prospera el borrador del Fondo respaldado por EE.UU.
También es casi seguro un acuerdo en la llamada estrategia de salida de la crisis. Todos están de acuerdo en que habrá que retirar los planes de estímulo fiscal y monetario en algún momento. Y todos coinciden en que esa hora no ha llegado. Del lado monetario, los bancos centrales han sido claros en que mantendrán los tipos de interés en mínimos durante meses. El lado fiscal es más resbaladizo. Si hay cierto consenso en esperar a que el paro remita, algunos países, como Alemania, prometen bajadas de impuestos, mientras que otros, como España, anuncian subidas.
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