La Nación, 21/10/2008
En el período que va de 1915 a 1929, que fueron los años de mi infancia, imperaba el capitalismo "puro". ¿Quiénes lo mataron? El presidente Hoover y su secretario del tesoro fueron sin duda alguna los instigadores del crimen. ¿Y quién lo hizo resucitar? Aquel acuerdo que tomó el nombre de "New Deal", de Franklin Roosevelt. Para su puesta en marcha, tuvieron que pasar todavía siete años desde que Roosevelt hiciera el anuncio, en marzo de 1933.
Hagamos correr hacia adelante ahora el hilo de la historia y trasladémonos de pronto a nuestros días, con su terremoto financiero global. Tarde o temprano, los sistemas de mercado no regulados están condenados a la implosión. ¿Estamos presenciando el fin del sistema de mercado? Como buen portavoz de la gente común, espero que no. Miles de años de historia de la economía constituyen una prueba objetiva de lo indispensables que fueron los sistemas de mercado. Marx, Lenin y Stalin eran pobres ignorantes en materia de economía. El caso de Mao fue todavía peor. Ni hablemos de Castro en Cuba, Chávez en Venezuela, y quien sea que haya sumido a Corea del Norte en el hambre y el estancamiento. ¿Cuál fue entonces el desencadenante del colapso de Wall Street a partir de 2007? En los orígenes del que resulta ser el peor terremoto financiero de un siglo a esta parte, encontramos el capitalismo libertario del "dejar hacer" que enseñan Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se permitió crecer desmadradamente y sin respeto por regla alguna. Esa es la causa principal de las dificultades actuales. Esos dos señores han muerto, pero su venenoso legado sobrevive hasta nuestros días.
Mis palabras son muy duras, lo sé, y estoy dispuesto a justificarlas. Me permito de todos modos prevenir al lector: la larga y agitaba experiencia del mundo de la economía me ha convertido en un centrista incurable. Peor aún, he aprendido en carne propia a cultivar un eclecticismo a prueba de todo. Entre 1932 y 1935 yo era un brillante estudiante de la Universidad de Chicago, famosa por su conservadurismo. Adoraba a mis profesores de economía, de fama mundial, quienes a su vez me cubrían de elogios. Pero existía un pero. Alcanzaba con mirar por las ventanas de las aulas de la universidad para toparse con una tasa de desocupación cercana al 50%, (y la Alemania pre-hitleriana navegaba más o menos por las mismas aguas), una realidad que no encajaba para nada con lo que rezaban los libros de texto. Me pregunto por qué pasé los cuatro veranos de mi estadía en la universidad sobre las suaves playas del Lago Michigan. Mi familia no era pobre, pero tampoco escandalosamente rica. No se encontraba trabajo ni pagando, esa es la realidad. Ni uno. Todos o casi todos los bancos del vecino estado de Indiana, Illinois o Wisconsin estaban en problemas.
¿Cómo hicieron el benévolo presidente Roosevelt y el pérfido Hitler para reducir al mínimo la desocupación de sus respectivos países durante los seis años posteriores al hechos de 1933? ¡El truco fue un colosal aumento del gasto, que hizo trepar por las nubes el déficit de las cuentas públicas! Pero no encontrarán una suela huella de esta evidencia tal y como acabo de reconstruirla en casi ninguna de las tesis de doctorado de las principales universidades del noreste de los Estados Unidos fechadas después de 1970. La ciencia sin duda avanza, pero también retrocede.
Estas consideraciones están directamente relacionadas con las numerosas incógnitas que rodean a las operaciones de salvataje financiero que se han puesto en marcha en los cinco continentes. Y sobre todo, es necesario dejar en claro quiénes son los responsables que nos han llevado de la estabilidad y el crecimiento de mediados de la década de 1990 al caos que vivimos hoy y vaya uno a saber por cuánto tiempo.
1. No perder de vista la malevolencia de George Bush en el ámbito geopolítico. En el futuro, la historia se ocupará de tomar nota de esto.
2. Después de la elección de Ronald Reagan al frente de la Casa Blanca en 1980, los Estados Unidos se convirtieron más que nunca en la nación del derroche, tanto a nivel familiar, como a nivel corporativo y a nivel estatal, con el apoyo de la extrema derecha y sus supply-siders, adalides de la economía de la oferta y la demanda. En un futuro todavía ignoto, cuando se produzca una corrida salvaje y despiadada contra el dólar, los operadores financieros de inversiones garantizadas que sobrevivan serán los primeros vendedores en quedar al descubierto de billetes verdes. Y el legado de Reagan habrá jugado un papel decisivo.
3. El programa prometido por George Bush y que tomó el nombre de "conservadurismo compasivo" (sic) se tradujo básicamente en un programa sistemático de desgravación impositiva directa y exclusiva para los ricos, como mis vecinos.
4. La promoción deliberada de la desigualdad no ha servido para relanzar la productividad total de los factores (PTF) en los Estados Unidos. Más aún, el escandaloso aumento de los sueldos de los altos ejecutivos ha comprometido seriamente el funcionamiento interno de las empresas. Mientras tanto, los inescrupulosos directores ejecutivos de las corporaciones se han ocupado de sus propios intereses con mentiras acerca de las utilidades reales de sus compañías. Y luego, cuando los descubrieron con las manos en la masa, apuraron el paso y se fueron por su lado, agradeciendo al cielo por el dinero que habían embolsado. En realidad, la cúpula de la SEC (la comisión de control de títulos y Bolsa), entre ellos su ex presidente Harvey Pitt, fueron designados en sus cargos por Bush para promover la desregulación, y no para ajustarse a un modelo razonable de regulación moderada. Pitt fue escogido sobre todo por su historial de servicios como abogado de las cuatro sociedades de revisión más importantes, y se abocó con esmero a difundir parámetros de rentabilidad engañosos.
5. Pongamos a los revisores de cuentas en el banquillo de los acusados. Estos señores eran empleados de las mismas personas a las que debían vigilar, un caso flagrante que deja en evidencia la necesidad del monitoreo y la reglamentación.
6. Hagamos espacio también en la sala para los responsables de las tres principales agencias de evaluación y ranking empresario: Fitch, Moody?s y S&P-McGraw Hill. Se supone que son entidades de primer nivel por su solidez. Si la objetividad de alguna de las tres se hubiese puesto en duda, entre las otras dos se habrían repartido todo el mercado. El asunto huele a conflicto de intereses. Que los diputados tomen nota.
7. Para abreviar, pasaré directamente a los nuevos "monstruos diabólicos tipo Frankenstein" de la nueva "ingeniería financiera". El que suscribe y algunos de sus colegas del MIT y de la Universidad de Chicago, Wharton, Penn y muchas otras, corremos el riesgo de que San Pedro no nos dé precisamente la bienvenida cuando llegamos a las puertas del Paraíso. ¿Por qué? El swap, o permuta financiera, así como sus derivados, garantiza un riesgo común razonable y por lo tanto afecta el riesgo total. De acuerdo. Pero puede también terminar con el principio de transparencia. Colaboro desde hace décadas con organizaciones sin fines de lucro y con sus administradores, de nueva York a California. Ninguno de ellos ha entendido jamás la fórmula de Black-Scholes-Merton de evaluación de activos. Y sin embargo conocían, o creían conocer, nuevas fuentes de ganancias formidables e inmunes a cualquier riesgo que habían invadido literalmente sus oficinas. Una alquimia mejor que la de transformar el hierro en oro.
Se diría que ninguno aprendió nada de la lección que nos dejó 1998, cuando el manejo de Capitales de Largo Plazo (CLP) estuvo al borde del colapso y fue necesario un salvataje coordinado por la Banco de la Reserva Federal de Nueva York. La ingeniería financiera permite pasar de una exposición financiera igual a cero a un apalancamiento de 50 a 1. Y cuando el riesgo estructural resultante explota, los directores ejecutivos y financieros del instituto de turno se restriegan las manos y embolsan montañas de dinero.
De la noche a la mañana, la Bear Stearns ha rebajado a quienes eran sus millonarios a la categoría de simples millonarios. Y si Nerón tañía la lira mientras Roma de quemaba, el gran jefe de Bear Stearns optó por los torneos de bridge, mientas sus accionistas celebraban. Tratándose de una de los brokers que manejaba gran parte de las transacciones de CLP, ¿sus gerentes no tendrían que haber aprendido que los efectos de un apalancamiento tan desmedido eran fatales?
Resumiendo. La mayor parte de las pérdidas que se han producido ahora serán permanentes, como sucedió con la crisis de 1929-32. Sin embargo, con la inyección de suficiente dinero de parte de la Reserva Federal y el Tesoro estadounidenses, será posible recuperar la estabilidad y tomar el camino de la recuperación. Si se hubiese escogido "al carril del medio" de Roosevelt, Truman, Kennedy y Clinton, se podría haber evitado quizá el caos y la bancarrota de nuestros días. Los círculos eruditos siguen discutiendo si fue Cristóbal Colon quien introdujo la sífilis en el Nuevo Mundo, o viceversa. Sin embargo, no queda ninguna duda de que la catástrofe global que vivimos lleva a todas luces la marca "Made in America". Las generaciones futuras, de Islandia a la Antártida, se estremecerán cuando se mencione el nombre de Bush, Greenspan y Pitt. Estoy exagerando, ya lo sé. Pero tampoco tanto.
Traducción: Jaime Arrambide
No hay comentarios.:
Publicar un comentario