LA NACION, Sábado 25 de octubre de 2008 | Publicado en edición impresa
Por Ricardo Delgado
Los inversores parecen haber entendido que no hay salida para la fenomenal crisis de crédito en el mundo ?superior a todas las que se sucedieron desde la Gran Depresión de los años 30? sin costos en términos de actividad económica.
Fue Gran Bretaña la que admitió lo obvio, que el camino era la intervención masiva en los mercados de crédito, y éstos actuaron en consecuencia: en el tercer trimestre su producto descendió 0,5%. Los indicadores reales de las economías norteamericana, alemana o brasileña, entre otras, venían mostrando signos claros de desaceleración desde agosto al menos. Incluso China reconoce, por quinto trimestre consecutivo, un crecimiento menos espectacular. ¿Recesión o depresión global? ¿La letra será, como dice Nouriel Roubini, la V, una recesión corta, o la U, algo más extensa? ¿O se asemejará a la fatal L, larga y dolorosa?
El dilema de la crisis actual es que los mercados operan todos los días y actúan en cuestión de segundos, en tanto la recomposición del crédito global y las políticas monetaria y fiscal requieren tiempo para volverse efectivas. Así, mientras pasan las semanas y los resultados no llegan, la incertidumbre financiera aumenta, realimentando las demandas de nueva liquidez para las entidades y, como está sucediendo en las castigadas automotrices americanas, para las empresas. Un círculo vicioso perfecto.
Ante el agravamiento de la crisis, en la Argentina regresan imágenes del pasado: rumores de ?corralito?, de renuncias de funcionarios, inestabilidad. Pero la economía no es la de 2001, tiene mejores pertrechos. Los bancos no tienen tanta exposición a los flujos financieros. El peso no estaba tan apreciado como el real brasileño o el peso chileno cuando comenzaron las presiones sobre las arcas del Banco Central. Hay superávit fiscal todavía, y un saldo positivo de cuenta corriente. Y las reservas internacionales casi duplican la deuda de corto plazo. Nada de esto significa, por el contrario, que estemos blindados.
La inflación es un problema aun cuando algo pueda reducirse por una menor presión de las commodities : en un escenario local de bajo crecimiento (¿2% neto en 2009?) y escasa creación de empleo, la pérdida de poder de compra por alzas de precios puede complicar las cosas. La pérdida de competitividad real de la moneda argentina frente al resto del mundo también tiene límites.
En las próximas semanas lo más probable es que no cese la volatilidad financiera y que el valor de las empresas en la Bolsa y los bonos públicos sigan cayendo. El crédito será muy escaso. Las presiones sobre el dólar seguirán presentes: con esta estrategia de devaluación gradual, el BCRA perderá reservas.
El pánico financiero hizo naufragar el último intento oficial por mejorar la imagen de los mercados hacia la Argentina: la reapertura del canje de deuda, por la que se pretendían obtener US$ 2500 millones cash para cerrar las necesidades financieras de 2009, ya pasó al olvido. Es aquí donde la estatización del sistema privado de jubilaciones entra a escena: la receta keynesiana para la crisis ?suavizar la caída de la demanda privada con gasto público? ha encontrado en el país el financiamiento que días atrás no tenía.
El autor es economista
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