blogs el mercurio, editorial, 13/10/2008
La mayoría de los gobiernos no cuenta con reservas suficientes para disminuir las adversidades. No parece posible el desacoplamiento entre Latinoamérica y la globalidad. Según mediciones internacionales, el riesgo país de la región se ha incrementado considerablemente, y podría agravarse. La situación de conjunto es preocupante, pero hay excepciones. Chile es una de las pocas.
Los efectos de la iliquidez y desaceleración internacional son incontrolables por la región. Sus consecuencias dependerán de la condición y las políticas de cada país. Los hidrocarburos y el cobre ya están a la mitad del precio de julio recién pasado. Tampoco son esperanzadoras las perspectivas de los granos. Unos y otros son gravitantes en las cuentas externas latinoamericanas.
Para Argentina, Uruguay y Paraguay es clave el desempeño de Brasil; son economías relacionadas. La principal potencia sudamericana comienza a mostrar problemas por rigideces económicas y presupuestarias. La altísima popularidad de Lula sin duda es positiva para manejar la situación. Lamentable sería que la situación interna de Brasil lo llevara a desatender el liderazgo natural que le corresponde en esta coyuntura.
Otra implicancia regional, por los lazos y financiamientos a Bolivia, Cuba, Ecuador y Argentina, proviene de Venezuela y de las disponibilidades con que cuente el Presidente Chávez. Su influencia en esos países podría declinar por falta de medios, y eso, sin duda, los afectaría.
Divisiones y fragilidades latinoamericanas
También es posible que se profundicen las divisiones interamericanas: es previsible que algunos gobiernos reaccionen renovando sus recriminaciones a EE.UU., promoviendo más "socialismo del siglo XXI", proponiendo moratorias unilaterales y recurriendo a la inflación, que ya se había desencadenado antes de los sucesos internacionales. En cambio, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Uruguay seguramente perseverarán en el pragmatismo, porque les ha dado resultado y les facilitará el aprovechamiento de los mercados mundiales a la hora de la normalización.
Algunos impactos colaterales de la crisis pueden atenuarse mejor con acciones multilaterales que por la vía bilateral y separada de los países. Es el caso de las políticas migratorias restrictivas impuestas en el hemisferio norte, del inminente proteccionismo, de los conflictos comerciales, de las compensaciones por créditos recíprocos y de la necesidad de facilidades para los pagos externos.
Argentina ha planteado una reunión extraordinaria de ministros del Mercosur, y habrá oportunidad de avanzar a fines de mes en la XVIII Cumbre Iberoamericana, en El Salvador. Pero también hay razones de escepticismo sobre la utilidad de las cumbres presidenciales y respecto de los organismos latinoamericanos. Hasta ahora, sus balances son claramente insatisfactorios. Más todavía, Sudamérica ha sido incapaz de coincidir en políticas económicas y comerciales. Para salir adelante se requiere unidad. Esta semana se inicia la Cumbre Andina, totalmente fragmentada entre Colombia y Perú, que decidieron negociar bilateralmente con la Unión Europea, y Bolivia y Ecuador, que obstaculizan acuerdos conjuntos con Europa. Lo mismo ocurrió en las tratativas comerciales con EE.UU. Unasur continúa sin acuerdo para nombrar a su secretario general, y cabe considerar a ese tratado redundante y absurdamente excluyente, por la marginación de México, con una economía de tamaño parecido a la de Brasil. La OEA sigue siendo un foro retórico, con escasa capacidad operativa.
Al contexto global se agregan acontecimientos internos que han debilitado a algunos gobiernos en América Latina. A la baja popularidad del Presidente García se añaden acusaciones de corrupción que golpearon al APRA y obligaron a cambiar el gabinete. De no hacerlo, el Mandatario peruano corría riesgo de censura en el Congreso, aun por sus aliados fujimoristas. Simultáneamente, Sendero Luminoso, que se creía extinguido, reapareció este jueves con un atentado -el peor desde 1999- que causó 14 muertos, entre civiles y militares. Lo ocurrido lo hará caer más en las encuestas y lo pone ante una sucesión, en 2011, más complicada: este curso de los acontecimientos favorece especialmente a Humala.
En Bolivia, la suspensión de las negociaciones entre el Presidente Morales y los prefectos muestra la desconfianza que causa el Jefe de Estado y los temores a sus propuestas radicales, desencadenantes de enfrentamientos violentos.
En Argentina, la Presidenta Fernández de Kirchner, con bajísimo apoyo, no resuelve las diferencias con el agro y con su Vicepresidente. Algunas actividades industriales trasandinas, particularmente la automotriz, se ven seriamente amenazadas, y para atenuar la devaluación del peso opta por perder valiosas reservas, lo contrario de lo que están haciendo Brasil y Chile.
Chávez, advirtiendo los menores ingresos del petróleo, adopta contradictorias y simbólicas medidas de contención del gasto en celulares, comidas y viajes de funcionarios, pero, a la vez, aumenta la compra de armas y estrecha relaciones con Rusia.
Así, por variados motivos tanto internos como externos, el panorama latinoamericano muestra escasos motivos de optimismo para el corto y mediano plazo.
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