La crisis acelera el ascenso de China Clarín Buenos Aires Jorge Castro 3/05/2009
Gigante asiático. La recuperación de su crecimiento muestra una nueva fase histórica de la globalización, marcada por su gran capacidad de demanda económica interna.
Todos los grandes bancos internacionales (UBS, Royal Bank of Scotland, Barclays Capital, Goldman Sachs, entre otros) han elevado sus proyecciones sobre el crecimiento de China, tras los datos del primer trimestre 2009. Goldman Sachs aumentó su pronóstico 2009/2010 y lo llevó de 6% a 8.3% (2009) y de 9% a 10.9% (2010). Esto ocurre cuando el comercio internacional chino ha caído 30% en los últimos tres meses; y hay 24 millones de desocupados entre los 150 millones de trabajadores migrantes, que abandonan el campo para cubrir empleos industriales; y más de 60.000 firmas manufactureras han cerrado en el sur de China en los últimos seis meses, al desplomarse sus mercados externos, sobre todo EE. UU. y la Unión Europea.
El PBI aumentó 6.1% en los primeros tres meses del año, el menor nivel de las últimas tres décadas, y menos de la mitad del crecimiento de 2007 (13.6%). Pero comparado con el trimestre previo, creció 6% anual, porque entonces el auge fue nulo (0%).
Se acelera la demanda interna, que ha crecido 20% anual en los últimos dos trimestres. En este resultado convergen tres políticas: el plan de infraestructura, que asciende a 586.000 millones de dólares (16% del PBI); la reducción sistemática de las tasas de interés por el Banco Central de Beijing, que las ha disminuido 520 puntos básicos (5.2%) desde octubre pasado; por último, la creación de un sistema de salud que cubrirá 90% de la población campesina (720 millones de personas) en tres años (2009/2011).
Esto último es decisivo; en términos históricos, es la medida más importante tomada este año en el sistema mundial. También es el prerrequisito para impulsar el consumo individual -y por esa vía, la demanda y el mercado interno- de la tercera economía del mundo y segunda potencia comercial.
Más que una recuperación de la demanda interna, en China ha comenzado en los últimos tres meses una nueva etapa histórica del proceso de acumulación, fundada en el mercado interno y en el consumo individual de sus 1.300 millones de habitantes, antes que en el comercio internacional y en la inversión, como ha ocurrido en los últimos 30 años.
China adelanta la tendencia mundial de recuperación que ha comenzado, tras superarse la crisis de confianza desatada en EE. UU. por la caída de Lehman Brothers (septiembre 2008). Sólo que esta vez tiene lugar sobre una nueva plataforma de acumulación, estructuralmente distinta a la que comenzó en 1978.
EE. UU. y China son los polos del capitalismo en su fase de globalización, profundamente integrados por los flujos fundamentales del comercio y la inversión. Sin embargo, el presidente del Banco del Pueblo de China, Zhou Xiaochuan, ha propuesto la creación de una nueva moneda global que desplace al dólar estadounidense.
¿Cuál es la interpretación real de China sobre el papel de EE. UU. en el sistema mundial, y ante todo de su moneda? La respuesta son los dos trillones de dólares de reservas del Banco del Pueblo de Beijing, que aumentan a 2.3 trillones si se suman los recursos del fondo soberano (China Investment Corp/CIC). Esta es la apreciación, en el lenguaje de los hechos, que tiene China sobre la fortaleza o debilidad de la hegemonía norteamericana, entendida como capacidad de garantizar el valor de largo plazo de su deuda y su moneda.
El ascenso de China al poder mundial ha sido acelerado por la crisis; y esta promoción tiene para Beijing un significado tanto político como económico. No acepta sustituir a Japón como segunda economía del mundo -lo que ocurrirá en 2010-, sin ninguna influencia política ni estratégica. Al contrario, el G-2, que integra de hecho con EE. UU., aspira a convertirlo en una plataforma de gobernabilidad -ejercicio del poder político- de alcance global. China se transforma, junto con Asia/Pacífico y los países emergentes, de una plataforma de exportación de bienes industriales trabajo-intensivos, en un mercado de destino de productos sofisticados -de alta tecnología-, provenientes del G-7.
La etapa previa del capitalismo también duró dos décadas (1991-2009). Fue la incorporación de los emergentes, encabezados por China, a la globalización, a través de la inversión directa de las empresas transnacionales. La fase que ha comenzado ahora, mediante la recuperación de la demanda interna china, tiene un sentido histórico inverso, pero un común movimiento de convergencia e integración. "Todo lo que asciende, converge", sostiene Teilhard de Chardin.
"En el capitalismo, sistema orientado al mercado mundial, en cada época histórica hay siempre un vector fundamental", dice Marx ("Grundrisse"). Hoy ese "vector fundamental" es la recuperación del crecimiento chino.
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