La economía chilena superó las expectativas al crecer 3,9 por ciento en diciembre respecto de igual mes del año pasado, bastante por sobre lo que esperaban los analistas. Esto es congruente con la mayor confianza de consumidores y empresarios ya evidenciada en distintos índices y muestra que la economía chilena salió técnicamente de la recesión, pues el cuarto trimestre finalizó con un crecimiento de dos por ciento, poniendo fin a tres trimestres consecutivos de caídas en 12 meses. Pero si bien el dato definitivo del PIB en 2009 se conocerá recién en marzo próximo, el preliminar obtenido a partir del Índice Mensual de Actividad Económica muestra una caída de 1,7 por ciento. Así, es paradójico que, pese al buen pie en que Chile enfrentó esta crisis y no obstante los enormes estímulos fiscales y monetarios, la caída haya terminado siendo más pronunciada que el promedio mundial.
Las perspectivas para 2010 parecen en principio auspiciosas y debieran estar marcadas por la recuperación mundial y nacional. El FMI prevé un crecimiento en el mundo cercano al cuatro por ciento, y para Chile el Banco Central anticipa un crecimiento cercano al cinco por ciento en su medición de expectativas. Éstas se han incrementado tras el resultado de la última elección, según el Índice de Percepción de la Economía, y parece esperable que el énfasis pro crecimiento planteado por el Presidente electo termine traduciéndose en la actividad real. Pese a ello, una parte importante de lo que ocurra en nuestro país estará influido por el contexto mundial, y al respecto se han intensificado las dudas sobre la solidez de la recuperación. EE.UU. sigue mostrando elevados niveles de desempleo, un alto endeudamiento de los hogares y un enorme déficit fiscal, y algunos países de Europa -especialmente Grecia, Portugal y España- mantienen altos niveles de endeudamiento, lo que ha hecho poner en duda su capacidad de pago e incluso amenaza a la estabilidad económica europea.
La delicada situación fiscal que atraviesan varias naciones desarrolladas lleva a pensar que no hay espacio para nuevos estímulos fiscales por muchos años.
En la medida en que estas dudas no se disipen -a menos que un eventual aumento de la producción en Chile lo desacople del resto de las economías-, cabe prever una recuperación nacional más lenta que la que se esperaba hace algunos meses. Por eso, es necesario que el nuevo gobierno establezca cuanto antes una ambiciosa agenda pro crecimiento, que apunte a elevar la inversión, el empleo y la productividad.
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