La incierta economía mundial
Las variadas señales que cotidianamente van entregando los mercados no configuran un cuadro claro acerca del rumbo que están tomando las principales economías del mundo. En EE.UU. algunos indicadores sectoriales presentan cifras coyunturales algo más favorables, y ello da origen a interpretaciones que sugieren una más pronta recuperación, pero el panorama global sigue confuso. Más allá de la mayor debilidad en la demanda agregada como consecuencia del ajuste en el mercado inmobiliario, la pérdida de confianza que aún prevalece respecto del sistema financiero en general ha provocado una contracción importante en los niveles de crédito que fluyen hacia los distintos sectores de la economía. Y las perspectivas se tornan aún más confusas cuando se considera que los precios de las materias primas continúan elevados, y que la presión alcista en los productos alimenticios está contribuyendo a incrementar los índices inflacionarios en forma bastante generalizada.
Sin perjuicio de que prevalece este ambiente de incertidumbre, comienzan a delinearse ya ciertos indicios que marcan algunos rasgos fundamentales del cuadro actual. Al respecto, un elemento central es el estado de la economía de los Estados Unidos: hay virtual consenso en cuanto a que ese país está atravesando por una etapa recesiva, pero ello coexiste con una percepción bastante ampliada en cuanto a que la situación no seguirá deteriorándose, si bien las confianzas continúan resentidas. El significado práctico de este análisis es que el ajuste no sería más profundo que lo ya observado, pero la recuperación sería más lenta. Este diagnóstico ha movido al FMI a proyectar un bajo crecimiento en la economía estadounidense: positivo, pero inferior al uno por ciento durante dos años consecutivos. Con todo, el crecimiento de la economía mundial en el período 2008-2009 se anticipa no muy distinto del observado en el lapso 2000-2005, que fue levemente inferior a cuatro por ciento.
Otro factor de incertidumbre en esta coyuntura se refiere a la evolución del precio del petróleo. El actual nivel de cotización del crudo -en torno a 135 dólares por barril- excede con creces lo proyectado, y hay preocupación por el impacto que esto pudiere tener en el crecimiento de la economía mundial, recordando lo sucedido en otros períodos de precios elevados. Sin embargo, siendo plenamente entendible la preocupación por este tema, conviene destacar la particularidad del cuadro actual: a diferencia de lo acontecido en décadas anteriores -cuando el incremento en el precio del petróleo respondió a una contracción en su oferta, derivada de las restricciones a la producción impuestas por la OPEP-, en esta oportunidad la principal causa de la tendencia alcista radica en fenómenos asociados a una mayor demanda.
Si al efecto de una vigorosa expansión mundial se agrega una percepción de desconfianza frente a los productos financieros más tradicionales, que mueve a los inversionistas a refugiarse directamente en materias primas, y esto se complementa con una significativa depreciación del dólar en los mercados internacionales, la tendencia del precio del petróleo no resulta sorprendente.
Con todo, las implicancias de este peculiar fenómeno se ven atenuadas al considerar que el mundo es hoy mucho menos dependiente del petróleo que en décadas pasadas -la eficiencia en su utilización ha aumentado considerablemente-, y que, no habiendo restricciones artificiales de oferta, el precio de largo plazo debería tender hacia un nivel compatible con el costo marginal de producción, que es menos de la mitad del precio actual.
Sin perjuicio de que prevalece este ambiente de incertidumbre, comienzan a delinearse ya ciertos indicios que marcan algunos rasgos fundamentales del cuadro actual. Al respecto, un elemento central es el estado de la economía de los Estados Unidos: hay virtual consenso en cuanto a que ese país está atravesando por una etapa recesiva, pero ello coexiste con una percepción bastante ampliada en cuanto a que la situación no seguirá deteriorándose, si bien las confianzas continúan resentidas. El significado práctico de este análisis es que el ajuste no sería más profundo que lo ya observado, pero la recuperación sería más lenta. Este diagnóstico ha movido al FMI a proyectar un bajo crecimiento en la economía estadounidense: positivo, pero inferior al uno por ciento durante dos años consecutivos. Con todo, el crecimiento de la economía mundial en el período 2008-2009 se anticipa no muy distinto del observado en el lapso 2000-2005, que fue levemente inferior a cuatro por ciento.
Otro factor de incertidumbre en esta coyuntura se refiere a la evolución del precio del petróleo. El actual nivel de cotización del crudo -en torno a 135 dólares por barril- excede con creces lo proyectado, y hay preocupación por el impacto que esto pudiere tener en el crecimiento de la economía mundial, recordando lo sucedido en otros períodos de precios elevados. Sin embargo, siendo plenamente entendible la preocupación por este tema, conviene destacar la particularidad del cuadro actual: a diferencia de lo acontecido en décadas anteriores -cuando el incremento en el precio del petróleo respondió a una contracción en su oferta, derivada de las restricciones a la producción impuestas por la OPEP-, en esta oportunidad la principal causa de la tendencia alcista radica en fenómenos asociados a una mayor demanda.
Si al efecto de una vigorosa expansión mundial se agrega una percepción de desconfianza frente a los productos financieros más tradicionales, que mueve a los inversionistas a refugiarse directamente en materias primas, y esto se complementa con una significativa depreciación del dólar en los mercados internacionales, la tendencia del precio del petróleo no resulta sorprendente.
Con todo, las implicancias de este peculiar fenómeno se ven atenuadas al considerar que el mundo es hoy mucho menos dependiente del petróleo que en décadas pasadas -la eficiencia en su utilización ha aumentado considerablemente-, y que, no habiendo restricciones artificiales de oferta, el precio de largo plazo debería tender hacia un nivel compatible con el costo marginal de producción, que es menos de la mitad del precio actual.
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