El País, 22/06/2010
Después de lustros de presiones sin éxito, las autoridades económicas chinas han aceptado por fin proceder a una revaluación controlada, más bien dirigida y vigilada, del yuan o renmimbi. Por pequeña que sea la cuantía de la revaluación (ayer se apreció el 0,45%, hasta 6,79 unidades por dólar) y por modestas que sean las intenciones chinas, ya que en sus cálculos no cabe una apreciación mayor del 5% en un año, el paso está dado y la señal está lanzada. Barack Obama, días después de una carta en la que pedía de nuevo que China ajustase su moneda a la situación de la economía mundial, se apunta el tanto estratégico.
La resistencia china a la revaluación tiene un fundamento psicológico: a las autoridades chinas no les gustan las presiones y tampoco se sienten cómodas cuando parecen presionadas ante la opinión pública mundial. La estrategia de la insistencia estaba condenada al fracaso. Pero las condiciones económicas han variado y, al final, China se ha decidido a reconocer el valor político del gesto. Por el momento, la presión política estadounidense sobre Pekín amainará y las autoridades económicas chinas podrán manejar la apreciación de su divisa al ritmo que más les gusta, que es la cámara lenta. Los mercados bursátiles recibieron la noticia con cierta euforia, sobre todo en las Bolsas asiáticas, porque interpretan el gesto como una viga más para apuntalar el vacilante crecimiento económico internacional.
La apreciación del yuan es crucial para la economía internacional, por la razón fundamental de que la economía china no puede seguir basando su crecimiento económico en las exportaciones. Ha llegado el momento de impulsar la demanda interna, de forma que el aumento del consumo favorezca a su vez las importaciones y se constituya en estímulo para el crecimiento de otras economías. Eso es lo que quiere decir la idea de reequilibrar el comercio internacional, tan cara y repetida por el entorno económico de Obama. Los países emergentes (o los más que emergentes, como China) tienen que participar más directamente en el intercambio comercial y el primer paso para ello es eliminar los bloqueos comerciales que se imponen a través de los tipos de cambio.
Pero China también se puede beneficiar de la nueva política cambiaria. La revaluación del yuan actuará como un instrumento de suave enfriamiento de la economía, intensamente recalentada por un crecimiento económico próximo al 12%, que hace saltar las estructuras de producción y lleva la inflación a tasas por encima del 3%. Para una economía obligada al crecimiento, una subida de tipos tiene más costes (inversión más cara o menos disponibilidad de capital) que una reva-luación moderada y sostenida. A falta de comprobar cómo gestionarán las autoridades chinas esta leve flexibilidad cambiaria, basta con tomar nota del momento en que China aceptó las reglas políticas que impone la crisis mundial.
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