Clarín , por Annabella Quiroga Aquiroga, 29/05/2011.-
En 2010 se concretaron operaciones por US$6.193 millones con capitales provenientes del exterior. Pero el flujo anual de la inversión extranjera directa sigue siendo escaso: equivale al 1,7% del PBI.
La inversión extranjera directa (IED) se recuperó con fuerza en América Latina en 2010. Si bien la Argentina no escapa de esta tendencia, en nuestro país el peso de la IED dentro del total de la economía está lejos de la media de la región. Los datos proporcionados por la CEPAL dan cuenta de que, en América Latina, la inversión proveniente del exterior aumentó 40% respecto de 2009, mientras que en la Argentina se incrementó 54%. Así, el país está entre los que más subieron, en un ranking liderado por Brasil con un aumento del 87%. Esta es la mitad llena del vaso. La mitad vacía aparece cuando se ve el peso del flujo anual de la IED dentro del PBI de cada nación. Allí surge que la Argentina ocupa uno de los últimos escalones, con el 1,7% del producto, apenas por encima de Paraguay y Ecuador. Chile está al tope de esta lista, con un ingreso anual de inversión extranjera equivalente al 7,4% del PBI.
En el mundo en general, el año pasado, la tasa de crecimiento de la IED fue del 1%, mientras que en los países desarrollados cayó 7% respecto del año anterior. América Latina consiguió US$113.000 millones en 2010. Las razones del repunte de la IED en la región obedecen, según al consultora Economía&Regiones, a “la recuperación de las economías desarrolladas; el crecimiento de la demanda interna en países como el Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, que ha impulsado la búsqueda de mercados internos por parte de empresas transnacionales; una mayor tercerización de las empresas extranjeras como respuesta a la crisis y a las estrategias de las empresas transnacionales que buscan asegurarse materias primas”.
El año pasado, las inversiones extranjeras en la Argentina totalizaron US$6.193 millones. Economía&Regiones puntualiza que “estas cifras se encuentran aún lejos del máximo de la década alcanzado en 2008, cuando los flujos superaron los US$9.000 millones”. Entre las operaciones más importantes que se produjeron en 2010 aparece la compra de Bridas por parte de la empresa China CNOOC por US$3.100 millones y la adquisición de una participación minoritaria en YPF por un grupo estadounidense por US$499 millones. También se concretó la compra del laboratorio Phoenix por la empresa británica GlaxoSmithKline por US$253 millones.
En el lustro 2000-2005, la Argentina se ubicaba entre los países que más inversión extranjera recibían en América Latina. En los cinco años siguientes fue cediendo terreno ante otras economías de menor porte. Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI, sostiene que “la Argentina ha sido superada en recepción de IED no en un año en particular sino en una tendencia que mide un proceso temporal mayor”. A la hora de buscar recetas para revertir esta tendencia, apunta que “deben iniciarse políticas de seducción dirigidas a los nuevos emisores de inversión”. Y detalla que en esta lista se anotan Brasil –que invirtió fuera de su territorio US$162.000 millones en 2008, lo que lo convierte en el sexto emisor de inversiones en el mundo–, Malasia, India, México, China, y Chile, entre otros.
Los datos de DNI indican que las empresas transnacionales son 64.000 en el mundo, generan 53 millones de empleos y representan el 30% del comercio mundial. Una encuesta de la UNCTAD revela qué evalúan este tipo de empresas para radicar una inversión. En ese listado están: la importancia y calidad de la actividad económica en el mercado local (17% de las menciones), el acceso a mercados internacionales (10%), los proveedores y socios (10%), el medio ambiente (9%), la disponibilidad de mano de obra (8%), la calidad de la infraestructura (6%) y la eficacia del gobierno (5%).
“Por su escasa formación de ahorro doméstico, la Argentina precisa de la inversión extranjera aún en mayor medida que otros países del continente”, dice Elizondo. En esta línea “lo más relevante es conceder previsibilidad. Las empresas no invierten pensando en lo atractivo de un mercado en este momento, sino en el atractivo futuro”.
Otro camino para medir la evolución de las inversiones es el índice de Inversión Bruta Interna Mensual elaborado por el estudio de Orlando Ferreres, que se arma a partir de la importación y producción local de bienes de capital y de las operaciones en el sector construcción, sin discriminar de dónde proviene el capital. Este índice muestra que, en abril, se invirtieron U$S7.521 millones, una suba del 17,8% interanual. De este modo, la participación de la inversión en el PBI ronda el 23,4%, medido sin estacionalidad. El rubro maquinaria y equipo es el principal impulsor de la inversión, ya que se expande al 37% anual.
“Este nivel de inversión equivalente al 23,4% del PBI no es compatible con el nivel de crecimiento que tenemos. Para crecer al 7 u 8% hace falta una inversión del 30% con relación al producto”, dice el economista Fausto Spotorno. “El nivel de la inversión actual es consistente con un crecimiento de entre el 3 y el 5% anual. Pero como se lo quiere exacerbar, se termina generando más inflación”, señala.
Una de las dificultades para que la inversión crezca es que “en la Argentina no hay sistema financiero ni mercado de capitales, no hay financiamiento para grandes proyectos de inversión, ni canales que concentren el ahorro, que está disperso”.
El economista remarca que, dentro de los niveles de inversión actuales, “hay muchas inversiones chiquitas y pocas grandes”. Como ejemplo, detalla que, en el rubro fusiones y adquisiciones, en el primer trimestre se concretaron 27 operaciones por US$2.741 millones. De ese total, dos operaciones sumaron US$2.300 millones. Otras dos suman US$200 millones “y luego quedan muchas operaciones muy chiquitas, en promedio de US$17 millones”.
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