La Vanguardia, por Manuel Estapé, 04/06/2011.-
El Nobel de Economía de 2001, Joseph Eugene Stiglitz, no defraudó
ayer en Sitges alertando, en las jornadas del Cercle d'Economía, acerca
del círculo vicioso de la austeridad fiscal concertada por los gobiernos
de la zona euro. En menos de media hora, realiza un balance crítico de
la gestión de la gran recesión a cargo de Obama mientras se burla del
tabú existente acerca de una reestructuración de la deuda de países como
Grecia.
Obama empezó a decepcionar desde que entró en
la Casa Blanca con Lawrence Summers como principal asesor económico y
promocionando a Timothy Geitner... Del "yes, we can (change)" al "no, we
won't". ¿Tan poderoso es Wall Street?
Es cierto que el
perfil de su equipo económico no era un buen presagio. Se trataba de
quienes a mediados de los años noventa fomentaron políticas de
desregulación financiera que permitieron todos los excesos y
favorecieron rescates que anularon la noción de riesgo. Así que desde
luego no podía ser el equipo responsable de una nueva política
económica. A partir de ahí se puede analizar su actuación ante la gran
recesión. En primer lugar, era necesario un plan de estímulo keynesiano y
el de Obama fue mucho mejor que el de Bush pero se quedó corto en los
gastos de infraestructuras. Y ello fue así porque el viejo equipo, los
que generaron la burbuja financiera e inmobiliaria, les costó darse
cuenta de la magnitud del desastre. Obama se equivocó también al dejar
que el Congreso enmendara su plan de estímulo dando demasiado énfasis a
los recortes de impuestos e incluyendo favores a distintos sectores. La
segunda prioridad consistía en ayudar masivamente a los estados. Todos
menos uno deben equilibrar sus presupuestos reduciendo el gasto en la
misma proporción que bajan los ingresos por la recesión. Resultado, hoy
hay menos empleados públicos que en 2007, el sector público ha agravado
el desempleo en lugar de actuar de forma contra cíclica.
¿Y la gestión de la crisis hipotecaria?
Insuficiente.
Obama rechazó una ley que habría permitido reestructurar las deudas
hipotecarias. Resultado: siete millones de familias han perdido sus
casas y se espera que dos más las perderán este año. Y los últimos datos
muestran otra aceleración de la caída de precios que supera ya la
registrada en la Gran Depresión. Es un desastre total.
Obama acabó plegándose a Wall Street en la regulación financiera.
El
acierto principal fue evitar el colapso del sistema financiero. El lado
negativo fue el de no exigir condiciones a cambio de un rescate de
800.000 millones de dólares. No evitó las excesivas primas de los
operadores, no supo combinar incentivos con sanciones. Y eso en términos
de cohesión social ha sido un desastre, rescatar a la banca y
despreocuparse de los embargados y desempleados... Otro error ha sido no
prohibir que las entidades financieras respaldadas por el fondo de
garantía de depósitos puedan realizar sus apuestas en los mercados de
derivados, arriesgando el dinero del contribuyente. Porque el objetivo
es conseguir que los bancos vuelvan a prestar dinero, a financiar la
economía real. La última omisión fue no afrontar el problema de los
bancos demasiado grandes para quebrar. El problema es aún mayor que
antes de la crisis, pocos bancos, muy, demasiado, grandes.
Con
Mario Draghi, parece que los líderes europeos se inclinan por el
sistema estadounidense. Pasar por Goldman Sachs, experto en contabilidad
creativa al servicio de Grecia, es un plus. ¿Le conoce?
No
le conozco muy bien pero sé que es brillante. Sí recuerdo que fue
encargado de dirigir el Consejo de Estabilidad Financiera tras la crisis
del sudeste asiático de 1997 y 1998. Tenía como misión proponer medidas
de regulación y supervisión para evitar que se reprodujeran nuevas
crisis financieras. Juzgue usted mismo si tuvo éxito. En cuanto a
Goldman Sachs, ya han sido sancionados, se les está investigando y puede
decirse claramente que se pasaron de la raya (diseñando productos
incomprensibles, utilizando información de clientes en beneficio propio,
etcétera). No sé si los responsables monetarios o Draghi aprendieron la
lección. En septiembre, Ben Bernanke, uno de los arquitectos de la
crisis, ¡reiteró su fe en la ciencia económica!
La zona euro vive momentos difíciles.
El
asunto central es la reestructuración de la deuda. Los responsables del
Banco Central Europeo dicen que es impensable. Tenían que haber pensado
antes, cuando permitieron que los bancos se endeudaran más allá de lo
razonable y operaran con derivados financieros. La regulación habría
podido evitarlo y excluir ahora la posibilidad de una reestructuración
aludiendo al enorme volumen del problema es un error. La historia
demuestra que una reestructuración ordenada de la deuda soberana es
posible. Porque, no debe olvidarse, que sin crecimiento económico es
imposible devolver las deudas. Y tanto en la zona euro como en Estados
Unidos las políticas simultáneas para reducir el déficit público
equivalen a condenar a sus economías a cinco o diez años de
estancamiento. Y con un crecimiento débil se recaudan pocos impuestos y
no se reduce el déficit público.
¿Y en el caso de Grecia?
Repito:
sin crecimiento no puedes pagar tus deudas. Una reestructuración
ordenada es posible. No es el fin del mundo. Es grave para los
accionistas y los inversores en deuda soberana. Pierden dinero pero no
lo pierden todo. Se trata de poner a los contribuyentes, a los
trabajadores, a los propietarios hipotecados, por encima de los
banqueros. Y, en el peor de los casos, siempre queda la posibilidad de
una salida del euro para ganar competitividad.
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