Fuente: El comercio, Lima :: 21/02/2008
Por Pamela Cox. Vicepresidenta del Banco Mundial para América Latina
Cuando cien legisladores de los países que forman el Grupo de los Ocho (G8) y otras economías emergentes (Brasil, China, India, Sudáfrica y México) se reúnen en Brasilia para abordar, junto con líderes del ámbito empresarial, un acuerdo post 2012 (cuando expira el Protocolo de Kioto), seremos testigos de un cambio en la forma en que se conducen las negociaciones globales.
¿Pero, por qué Brasil? Porque la comunidad internacional reconoce que debe ser la solución global al cambio climático. Brasil es el principal ejemplo al tener una matriz energética no contaminante, mucho menos contaminante que la de la mayoría de los países ricos. Gracias a ello ha podido dejar atrás la dependencia energética con el uso de fuentes de energía alternativas. Brasil lleva la delantera en el uso de etanol a partir de la caña de azúcar, una fuente de energía agrícola no contaminante y renovable, que puede convertirse en una importante fuente complementaria, especialmente si se eliminan las barreras comerciales en países desarrollados y se genera un mercado mundial. La tecnología brasileña se ha transferido a países africanos en un intercambio de conocimientos sur-sur.
A pesar de la gran complejidad y obstáculos a enfrentar con relación al uso sostenible y la protección de los recursos forestales más grandes del planeta, mucho más grandes que toda Europa occidental, Brasil ha demostrado un compromiso claro y ha alcanzado enormes logros. El país ya ha apartado 25% de su territorio para destinarlo a áreas de protección, gracias a la creación de unas cien millones de hectáreas de zonas protegidas municipales, estatales y federales, y la demarcación de una superficie equivalente de tierras indígenas. El programa Zonas Protegidas en la Región del Amazonas, de diez años de duración, ha iniciado la creación de un sistema de zonas protegidas de unos 500.000 kilómetros cuadrados, lo que equivale a una superficie más grande que todo el Sistema de Parques Nacionales de Estados Unidos. El programa comenzó hace cuatro años y hoy ya se han creado 13,5 millones de hectáreas de nuevas zonas de protección estricta, estatales y federales, como el magnífico Parque Nacional de las Montañas Tumucumaque, de 3,5 millones de hectáreas.
Según la ONU, para que los países en desarrollo transiten hacia una economía con bajo consumo de carbono en el 2030, se requieren inversiones del orden de US$100.000 millones por año, además de entre US$28.000 millones y US$67.000 millones para adaptarse al daño ya causado. Siendo optimistas, una buena parte de estos fondos provendrán del sector privado, no obstante, el financiamiento del sector público todavía seguirá siendo crucial.
Para reducir las emisiones de carbono es necesario un sistema global más justo, donde países desarrollados y en desarrollo puedan crecer en igualdad de condiciones. Las naciones ricas saben que si contribuyen financieramente a un desarrollo ecológicamente sostenible en los países en desarrollo, ello beneficiara a todo el planeta. Es posible avanzar hacia una solución que reconozca el uso sostenible.
En un futuro próximo, los fondos del Banco Mundial, para reducir las emisiones de carbono llevarán el financiamiento para disminuir las emisiones a sectores de la economía, como el transporte, en lugar de solamente realizar contribuciones por proyectos. En la reciente conferencia de Cambio Climático en Bali, Indonesia, se lanzó el fondo para reducir las emisiones por medio de la protección de los bosques, un mecanismo de financiamiento pionero para combatir la deforestación tropical y el cambio climático. Estos proyectos ampliarán el alcance del mercado de emisiones y las herramientas disponibles para futuras negociaciones sobre el cambio climático.
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