emol, editorial, 24/01/2010
A pesar de que durante 2009 se produjo una contracción en el volumen global del comercio internacional de Chile -que, de acuerdo con las cifras de Aduanas, en el caso de las exportaciones significó una disminución de 27,6 por ciento en el valor de los embarques-, es interesante constatar que los envíos hacia los países asiáticos no sólo no cayeron, sino que crecieron un 17,1 por ciento. Por cierto, lo anterior tiene su explicación en el hecho de que mientras la mayor parte del mundo experimentó un fuerte ajuste recesivo, el gigante asiático continuó exhibiendo una elevada tasa de expansión en su economía. El crecimiento en las exportaciones hacia China se vio especialmente influido por el aumento en el consumo de cobre de ese país, en un contexto en que el precio del metal rojo también registró un elevado nivel.
La mayor importancia relativa que ha adquirido la región asiática como mercado de destino de las exportaciones chilenas no es un fenómeno reciente, sino que se remonta a la década anterior, luego que esa zona comenzara a recuperar su dinamismo, después de la crisis que la afectó a fines de los años noventa. De hecho, los embarques a Asia representaban un 30 por ciento del total en el período 2000, habían subido ya a 36 por ciento en el año 2005, y escalaron a más de 45 por ciento del total en 2009. Es interesante resaltar que el año pasado el valor de los embarques a China duplicó la cifra correspondiente a Estados Unidos, mientras que en el año 2000 los primeros no alcanzaban ni a la tercera parte de los envíos al país del norte. No cabe duda de que este fenómeno, en último término, responde al mayor crecimiento que han venido exhibiendo las economías asiáticas, pero al mismo tiempo refleja un hecho que también es importante, como lo es la capacidad que han tenido los exportadores chilenos para conquistar nuevos mercados. Ello ha permitido aumentar la diversificación de los puntos de destino de nuestros productos. A esto se suma el hecho de que las variaciones que se van produciendo entre las paridades cambiarias en los distintos países afectan la competitividad por este concepto en forma diferenciada, ante lo cual surgen oportunidades que los exportadores deben aprovechar. Así, no obstante que el índice global de tipo de cambio real que calcula el Banco Central muestra una desviación de entre 5 y 10 por ciento respecto del valor que podría considerarse como de equilibrio de largo plazo, lo concreto es que detrás de ese promedio existen realidades muy distintas. Por ejemplo, mientras el deterioro real de la paridad entre el peso y el dólar fue de 16 por ciento en 2009, en el caso de la relación entre el peso y el euro sólo fue de 5 por ciento, mientras que al comparar con el yen japonés y el yuan chino se obtienen variaciones de 22 por ciento.
La creciente integración de los mercados ha obligado a las empresas que participan en el comercio internacional a aumentar su presencia en todas las latitudes, y este esfuerzo en pos de una mayor diversificación ha rendido sus frutos. Esta estrategia deberá mantenerse en el futuro, y sería conveniente que se complementara con una actitud más agresiva tanto de ProChile como de cada una de las representaciones diplomáticas en el exterior.
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