08 febrero 2006

2.2. Actividades realizadas por niños indígenas de la I y IX Región.(Chile)

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Trabajo Infantil y Pueblos Originarios
Colegio de Profesores de Chile, OIT, UNICEF.


2.2. Actividades realizadas por niños indígenas de la I y IX Región.

El trabajo infantil de la I Región es el cuidado del ganado, principal-mente llamas, alpacas y cabras. La actividad de pastoreo se realiza desde una edad temprana e implica cuidar al ganado mientras pasta y llevarlo a lugares alejados de sus viviendas en búsqueda de una mejor calidad del alimento.
Algunos docentes recuerdan que los niños le han relatado de agresiones sexuales llevadas a cabo por camioneros que transitan hacia la frontera peruana y boliviana, y también de parte de adultos familiares o vecinos. Por otro lado, identifican que su piel se reseca y se agrieta por la exposición al sol del desierto, en especial la cara, piernas, pies y manos. Lo describen como una realidad propia del altiplano. Otro tipo de trabajo realizado es la venta de productos en la feria donde se ocupan de cargar y descargar camiones con alimentos o con animales.
En las zonas limítrofes con Perú y Bolivia se identifica a los niños que trabajan para narcotraficantes, los llamados “niños burreros”, reclutados para que realicen pequeños traslados de droga por el desierto a pie o en algún medio de transporte interurbano. Este trabajo es reconocido en la legislación chilena como un delito, que es penalizado con cárcel. Sin embargo, al ser realizado por un niño, la ley entrega ciertas garantías de protección y de rehabilitación, lo que actúa como “gancho” para seducir a los niños, muchas veces en complicidad con algún familiar, lo que podría calificarse dentro de las peores formas de trabajo infantil.
En lo referido a las familias mapuches rurales, éstas se caracterizan porque tienen una vida vinculada a la comunidad territorial y realizan trabajos ligados a la agricultura bajo un sistema de constante colaboración.
Los niños que viven en la IX Región señalan que les gusta ir a la escuela, pero que deben ausentarse cuando los padres viajan a la capital regional, lo que ocurre con frecuencia, sobre todo si trasladan productos agrícolas o avícolas para su venta.
Otra situación que se da en esta región es la incorporación masiva de los niños al trabajo de cosechas y siembras, en especial de trigo, papas, avena, pasto para alimentar a los animales y la recolección del fruto de la araucaria (árbol milenario, típico de la zona cordillerana de la IX Región). Éstas son las llamadas “veranadas” que se extienden desde noviembre hasta fines de marzo.
Los niños no identifican problemas de salud al realizar las labores de apoyo familiar, pero sí reconocen quedar muy cansados, sin ganas de jugar ni hacer las tareas, y lo asumen como parte de su vida. Casi el 70% de los entrevistados señala haberse iniciado “ayudando en la casa a partir de los 5 y 6 años. La totalidad de ellos nunca ha recibido ninguna remuneración, excepto alguna propina, puesto que cuando se trabaja para terceros van como apoyo a sus padres, quienes son los contratados oficialmente”.
En relación al tiempo que ocupan en “ayudar a la familia”, un 86% fluctúa entre el rango de 4 a 6 horas diarias. En su gran mayoría, dicen ocupar su tiempo libre en pastorear (norte) y ayudar en el campo (sur). Estas ocupaciones no tienen diferenciación por género. Sólo un grupo minoritario señala que entre sus horas libres pueden jugar a la pelota o ver televisión.
Un 93% de los entrevistados señala que el tiempo que les queda luego de ir a la escuela y “ayudar en el hogar” es insuficiente para descansar. En algunos casos, en la zona del altiplano, los programas de alimentación con que cuentan las escuelas entregados por la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas se transforman —para los niños y para los padres— en un “gancho positivo” para seguir asistiendo a la escuela. Estos argumentos suelen ser reiterados por los infantes de la IX Región.
Un 72% de los niños entrevistados reconoce que trabajan de manera permanente y el otro grupo restante señala sólo hacerlo en épocas de cosecha.
En síntesis, los niños, niñas y adolescentes reconocen que deben compartir el trabajo escolar con las responsabilidades familiares, como el cuidado del ganado, de la agricultura, el cuidado de los hermanos, o el apoyo del trabajo de los padres cuando lo hacen para terceros. Esta situación es para ellos “absolutamente normal y forma parte de su vida y las responsabilidades de formación como personas”. Si bien reconocen que les afecta en el cansancio físico y que muchas veces descuidan sus estudios, se ven obligados a hacerlo porque sus familias no tienen los recur-sos económicos para costear todos sus gastos derivados de la escuela, como son sus útiles escolares, pasajes cuando se deben trasladar largas distancias a lugares más poblados para cumplir séptimo y octavo básico,
o su educación media.
En muchas oportunidades, cuando se debe elegir quién debe seguir estudiando entre varios hermanos, se opta porque las niñas abandonen la escuela ya que es más fácil conseguirles trabajo en el pueblo de “empleadas en casas particulares”. Esto permite inferir que las niñas se encuentran en una doble situación de vulnerabilidad, tanto por un tema de género, como porque quedan expuestas tempranamente a riesgos de abuso físico o sexual de parte de sus empleadores.
Una inferencia que surge del análisis de la percepción que tienen los docentes sobre quienes trabajan más, si los niños o las niñas, es que ambos deben cumplir diversas obligaciones luego del regreso de la escuela. En la Primera Región, las niñas pastorean igual que los niños. En el sur las niñas deben trabajar cuidando ganado y apoyar en los huertos familiares a las mujeres ya que el hombre realiza trabajos “físicamente más pesados”.
En las entrevistas grupales los niños, tanto de la I como de la IX Región, añoran como proyecto futuro: ser carabineros, doctores o “médicos auxiliares de posta” (auxiliar paramédico), pediatra, enfermera, abogado, electricista, contador, secretaria, sicóloga, periodista, soldado, científico, etc., todas estas profesiones, oficios o actividades, requieren de una escolaridad mínima de doce años, situación que no siempre se cumple. Muchos de ellos reconocen que “este es su sueño”, pero que en su defecto podrían llegar a ser chofer de locomoción colectiva, de carga o bien asesora del hogar.

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